Noticia: (22/08/2007)
Un alemán ha devuelto a Egipto unos supuestos fragmentos de un bajo relieve faraónico para devolver la paz a su recién fallecido suegro quien, según él, murió preso de la maldición de los faraones, tras robar la antigüedad. Según dijo en una carta, su suegro había sustraído los restos en 2004 de una tumba en el Valle de los Reyes. Tras su vuelta a Alemania, comenzó a sufrir fiebres, golpes súbitos de fatiga, parálisis y, finalmente, el cáncer que acabó con su vida la semana pasada. Hacia mucho tiempo que no aparecía una noticia relacionada con la maldición de Tutankhamon, y esta es, por lo menos, curiosa.
Pero, ¿de donde viene la leyenda de la maldición de la momia?, ¿Hay alguna base científica que permita, siquiera tenerla en cuenta?
LEYENDA.
La leyenda de la maldición del rey Tut comenzó, no en el antiguo Egipto, sin en Inglaterra durante el siglo XIX.
La tumba intacta de Tutankhamon fue descubierta por el arqueólogo británico Howard Carter en Noviembre de 1922, trabajando bajo el mecenazgo del quinto conde De Carnarvon, un coleccionista de antigüedades. Es famosa la frase dicha por Carter al abrir la tumba "Veo cosas maravillosas". La fabulosa tumba descubrió miles de objetos, carros y máscaras cubiertas de oro, hermosas piezas de joyería, mobiliario y estatuas, así como la momia del mismo rey Tut, protegida por tres ataúdes dorados. El descubrimiento, hecho público a principios de 1.923, convulsionó al mundo y estimuló la creencia popular de la "maldición de la momia" que traía la desgracia a cualquier persona relacionada con el descubrimiento.
En 1869, Louisa May Alcott, la autora de Mujercitas, había escrito un cuentecillo titulado "Perdido en una Pirámide: la venganza de las Momias".
La historia de Alcott nos ofrece a un explorador que utiliza una momia como antorcha para explorar una pirámide, de la cual roba una caja dorada, que contenía unas semillas extrañas. La prometida del explorador las planta, dando origen a unas grotescas plantas; cuando inhala su perfume, cae en coma y se convierte en una momia viviente.
La idea de la maldición fue copiada y se extendió entre otros novelistas británicos y estadounidenses durante los siguientes 50 años. Cuando Howard Carter y Lord Carnarvon entraron el la cámara funeraria del rey Tutankhamon, la idea de la maldición de la momia ya estaba bien arraigada.
Cuando Lord Carnarvon murió repentinamente de erisipela desarrollada tras una picadura, sólo dos semanas después de entrar en la tumba, la maldición del rey Tut se extendió por todas las primeras páginas de todos los periódicos del mundo. Se inventó una antigua inscripción egipcia - “La muerte descenderá rápidamente sobre el que profane la tumba del faraón” - y cualquier muerte, asociada con la expedición, aunque fuese lejanamente, fue atribuida a la maldición.
INVESTIGACIÓN.
Lo cierto es que, 6 años tras el hallazgo, Richard Bethell, uno de los ayudantes de Carter, moría súbitamente, de una enfermedad circulatoria y Lord Westbury, padre de Bethell, se suicidaba. Tras su descubrimiento, uno de los primeros visitantes de la tumba de Tutankamón fue George Jay Gould, hijo de un multimillonario. A los pocos días falleció. Cuando Alb Lythgoe, otra persona que había estado en la tumba, agonizaba en el hospital, víctima de un infarto.
Solamente seis, de las 26 personas presentes en la apertura de la tumba de Tutankhamon, murieron en la década posterior al descubrimiento. El Sr. Carter no murió hasta 1.939, a los 64 años.
El Dr. Mark Nelson, publico un estudio en una de las mejores revistas médicas mundiales, British Medical Journal.
Su investigación trato de determinar la supervivencia de las personas occidentales expuestas o relacionadas con la apertura de la tumba de Tutankamon entre febrero de 1923 y noviembre de 1926. Fundamentalmente localizadas a través de los escritos de Carter se identificaron a 44 de esas personas, de las que a 25 se podían considerar como posibles objetos directos de la maldición. Tras el análisis, para cada una de ellas, de las edades y las circunstancias en que se produjeron sus fallecimientos, así como de la supervivencia media tras la exposición, los cálculos matemáticos realizados llegan a la clara conclusión de que no existe ninguna base científica que permita afirmar la existencia real de consecuencias derivadas de la llamada Maldición de las Momias.
Y, además, no hay auténticas maldiciones antiguas conocidas, relativas a la apertura de tumbas o a la sustracción de objetos de las mismas. Si realmente existiese una maldición que atacara a los profanadores, su conocimiento se habría extendido rápidamente y hoy en día existirían muchas más tumbas intactas.
Un alemán ha devuelto a Egipto unos supuestos fragmentos de un bajo relieve faraónico para devolver la paz a su recién fallecido suegro quien, según él, murió preso de la maldición de los faraones, tras robar la antigüedad. Según dijo en una carta, su suegro había sustraído los restos en 2004 de una tumba en el Valle de los Reyes. Tras su vuelta a Alemania, comenzó a sufrir fiebres, golpes súbitos de fatiga, parálisis y, finalmente, el cáncer que acabó con su vida la semana pasada. Hacia mucho tiempo que no aparecía una noticia relacionada con la maldición de Tutankhamon, y esta es, por lo menos, curiosa.
Pero, ¿de donde viene la leyenda de la maldición de la momia?, ¿Hay alguna base científica que permita, siquiera tenerla en cuenta?
LEYENDA.
La leyenda de la maldición del rey Tut comenzó, no en el antiguo Egipto, sin en Inglaterra durante el siglo XIX.
La tumba intacta de Tutankhamon fue descubierta por el arqueólogo británico Howard Carter en Noviembre de 1922, trabajando bajo el mecenazgo del quinto conde De Carnarvon, un coleccionista de antigüedades. Es famosa la frase dicha por Carter al abrir la tumba "Veo cosas maravillosas". La fabulosa tumba descubrió miles de objetos, carros y máscaras cubiertas de oro, hermosas piezas de joyería, mobiliario y estatuas, así como la momia del mismo rey Tut, protegida por tres ataúdes dorados. El descubrimiento, hecho público a principios de 1.923, convulsionó al mundo y estimuló la creencia popular de la "maldición de la momia" que traía la desgracia a cualquier persona relacionada con el descubrimiento.
En 1869, Louisa May Alcott, la autora de Mujercitas, había escrito un cuentecillo titulado "Perdido en una Pirámide: la venganza de las Momias".
La historia de Alcott nos ofrece a un explorador que utiliza una momia como antorcha para explorar una pirámide, de la cual roba una caja dorada, que contenía unas semillas extrañas. La prometida del explorador las planta, dando origen a unas grotescas plantas; cuando inhala su perfume, cae en coma y se convierte en una momia viviente.
La idea de la maldición fue copiada y se extendió entre otros novelistas británicos y estadounidenses durante los siguientes 50 años. Cuando Howard Carter y Lord Carnarvon entraron el la cámara funeraria del rey Tutankhamon, la idea de la maldición de la momia ya estaba bien arraigada.
Cuando Lord Carnarvon murió repentinamente de erisipela desarrollada tras una picadura, sólo dos semanas después de entrar en la tumba, la maldición del rey Tut se extendió por todas las primeras páginas de todos los periódicos del mundo. Se inventó una antigua inscripción egipcia - “La muerte descenderá rápidamente sobre el que profane la tumba del faraón” - y cualquier muerte, asociada con la expedición, aunque fuese lejanamente, fue atribuida a la maldición.
INVESTIGACIÓN.
Lo cierto es que, 6 años tras el hallazgo, Richard Bethell, uno de los ayudantes de Carter, moría súbitamente, de una enfermedad circulatoria y Lord Westbury, padre de Bethell, se suicidaba. Tras su descubrimiento, uno de los primeros visitantes de la tumba de Tutankamón fue George Jay Gould, hijo de un multimillonario. A los pocos días falleció. Cuando Alb Lythgoe, otra persona que había estado en la tumba, agonizaba en el hospital, víctima de un infarto.
Solamente seis, de las 26 personas presentes en la apertura de la tumba de Tutankhamon, murieron en la década posterior al descubrimiento. El Sr. Carter no murió hasta 1.939, a los 64 años.
El Dr. Mark Nelson, publico un estudio en una de las mejores revistas médicas mundiales, British Medical Journal.
Su investigación trato de determinar la supervivencia de las personas occidentales expuestas o relacionadas con la apertura de la tumba de Tutankamon entre febrero de 1923 y noviembre de 1926. Fundamentalmente localizadas a través de los escritos de Carter se identificaron a 44 de esas personas, de las que a 25 se podían considerar como posibles objetos directos de la maldición. Tras el análisis, para cada una de ellas, de las edades y las circunstancias en que se produjeron sus fallecimientos, así como de la supervivencia media tras la exposición, los cálculos matemáticos realizados llegan a la clara conclusión de que no existe ninguna base científica que permita afirmar la existencia real de consecuencias derivadas de la llamada Maldición de las Momias.
Y, además, no hay auténticas maldiciones antiguas conocidas, relativas a la apertura de tumbas o a la sustracción de objetos de las mismas. Si realmente existiese una maldición que atacara a los profanadores, su conocimiento se habría extendido rápidamente y hoy en día existirían muchas más tumbas intactas.
Aunque quizás la verdadera venganza del rey Tut sea la propia existencia de la leyenda, ya que según las antiguas creencias egipcias, el alma eterna de un rey se mantendría viva, solamente si se pronunciase periódicamente su nombre durante toda la eternidad. El mito de la maldición de la momia se ha asegurado de que el nombre de Tutankhamon viva por muchas generaciones.
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