Santidad o masoquismo

El sufrimiento es utilizado por muchas culturas para alcanzar un estado de misticismo y comunión con la divinidad. La Pasión de Cristo fue, para los primeros cristianos, un espejo en el cual buscar la santidad. Entre las conductas más sorprendentes estan las de las mujeres santas de los siglos XV y XVI, se encontraba el revolcarse en vidrio roto, saltar en hornos calientes, colgarse de una picota, rezar cabeza abajo o descalzas en invierno, como también clavarse agujas en los pechos

Una de las primeras religiosas que recurrió a este tipo de prácticas fue Santa Catalina de Siena (1347-1380), reconocida por su determinante influencia para que el papa Gregorio XI dejara Anfión y regresara a Roma en enero de 1377. Ella no sólo se flagelaba tres veces al día, sino que, de acuerdo con la biografía escrita por su confesor, Raimundo de Capua, llegó al extremo de insertarse trozos de madera en la garganta, para provocarse vómitos.

Otro ejemplo de este tipo de conducta es Santa Magdalena de Pazzi (1566-1607), una monja carmelita que se revolcaba en espinas y rociaba su piel con cera caliente mientras gemía: "¡Oh no más! Esto es soportar demasiado éxtasis dichoso", según consta en el libro “Las huellas corporales en las Místicas” escrito por Herbert Thurston, un colaborador de la Enciclopedia Católica. Su último confesor, Vicencio Puccini, escribió lo siguiente: "El 8 de septiembre de 1587, entró al cuarto donde se guardaba la madera y se dispuso a juntar astillas y espinas... las puso en el suelo y se revolcó... A veces, se atormentaba con clavos montados sobre una tela, hasta que se le enterraban en la carne. El espectáculo hacia temblar y estremecer a cualquiera que la viera" Santa Magdalena de Pazzi escogió para sí un lema que concordaba con los testimonios escritos por su confesor “No morir, sino sufrir. Ni morir ni curar, sino vivir para sufrir".

Otras prácticas llevadas a cabo por religiosas a lo largo de la historia, y recopiladas tanto en el libro antes citado de Herbert Thurston y en otro llamado Mystik, escrito en 1928 por la religiosa Evelyn Underhill, incluyen beber agua con la que se lavaban los leprosos, grabarse en los pechos el monograma de Jesús, quemárselo con cera caliente y otras más extremas y escatológicas.

También entre los hombres hubo quienes mortificaron su cuerpo en busca de la santidad. Uno de ellos fue San Simeón (390-459). Se le llamó el Estilita, pues vivió encaramado a una columna (stylos en griego significa columna), sin descender jamás de ella. A San Simeón se le considera el inventor del cilicio.

Durante toda su vida religiosa ayunó los 40 días de la cuaresma. Según su biografía, escrita por Teodoreto, su contemporáneo y obispo de Ciro, San Simeón se encaramó primero a una columna de tres metros, y luego más y más alta, hasta llegar a los 18 metros, donde culminó su existencia. Fue el primero de una sucesión de monjes estilitas, conocidos como Padres del Desierto.


Hoy, este tipo de aisla­miento sería imposible. Hasta los monjes del monasterio de Santa Catalina (donde se encuentra la zarza descendiente de aquella en la que Dios se manifestó a Moisés) tienen correo electrónico.


1 Response
  1. Anónimo Says:

    considero estas preacticas como transtornos mentales, todos estaban enfermos, no se si santa catalina de siena estaba muy desequilibrada y todo era alucinación o es que si dios o aquello inexplicable le sucede a personas con transtornos, severos transtornos. yo misma he dejado el tratamiento aún asi no estoy tan mal,digo, por que al grado de beber un vaso con pus de enfermos terminales y aun no tengo alucinaciones y no me fanatiza dios o a lo mejor no me desvivo por ayudar a enfermos y obtener la santidad, no obstante aquello era otro nivel en definitiva, severo.


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